miércoles, 4 de julio de 2012

Shrek y Barbie: la historia jamás contada (sobre las ventajas comparativas)

(Publicado en junio 30 de 2012, FENopina)


A todos nos resulta más beneficioso el libre mercado que la planificación centralizada

Esta es la historia que nadie sabe de Shrek: antes de conocer a Fiona, estaba enamorado de la curvilínea Barbie. Ambos pertenecían a familias muy diferentes y vivían en cuentos distantes; sin embargo, una vez fueron reunidos por El Poder de Grayskull (Sociedad Anónima) para filmar una nueva película, cuya escena principal se desarrollaría en un bote de madera, aguas adentro, en el Lago de Los Cisnes.
     La verdadera intención del director de la película, Freddy Krueger, era exterminarlos para que pudiera surgir su actriz favorita, Angie, quien de tanto llanto más parecía la chica de El Aro que „la niña de las flores‟. Para lograrlo, Krueger contrató a Rambo para que perforara al bote a balazos. Lo obvio: el agua forzaría el naufragio y colorín colorado, el cuento se habría, literalmente, acabado para Shrek y para Barbie.
     Todo ocurrió según lo previsto y el bote empezó a inundarse. Entonces, para sobrevivir, Barbie y Shrek decidieron juntar sus súperpoderes y utilizar lo único que portaban: una espada de ogro y un sombrero de doncella; la espada serviría para remar y el sombrero para sacar el agua del bote. Pero, ¿quién remaría y quién sacaría el agua?
     Shrek podía hacer ambas cosas mejor que Barbie, por su fortaleza física, pero no podía hacer las dos cosas a la vez. Así que decidió remar, mientras Barbie sacaba el agua del bote. Y se salvaron. Luego, Capitán América, quien de civil se llamaba Ken, atrapó a Krueger mientras que Shrek conoció a Fiona. Así, las cosas se encausaron como hoy se conoce.
     ¿Qué muestra esta historia? Que, como lo indica Martín Krause en La economía explicada a mis hijos, aunque alguien fuera mejor que los demás individuos en todo es mejor que hiciera solo aquello que le produce el mayor beneficio; no por los costos efectivos cuantificables, sino por los costos de oportunidad (aquel beneficio sacrificado al decidir hacer algo y no lo otro).
En este caso, Shrek decidió remar, aunque ello requiera un mayor esfuerzo físico (costo medible) que el de sacar el agua del bote, porque esto último tendría un mayor beneficio sacrificado (costo de oportunidad): sobrevivir.
     A este tipo de situaciones, estudiadas por David Ricardo en sus Principios de Economía política y tributación, se las conoce como ventajas comparativas y, generalmente, los actuales textos de Economía no las analizan desde esta perspectiva (de costos de oportunidad), sino solo desde los costos efectivos. Pocos autores, como Robert Frank, avanzan hasta analizarlas desde el tiempo de producción, en reemplazo de valoraciones monetarias, simplificando el análisis sin quitarle consistencia teórica.
     Algo remarcable de este análisis desde los costos de oportunidad es que evidencia que no se necesita que los individuos sean amistosos y pacten, sino únicamente que busquen un resultado más valorado que lo entregado, según dice Carl Menger en sus Principios de Economía Política. El efecto es, según el catedrático español Huerta de Soto, el surgimiento de la cooperación y el intercambio voluntarios y, en consecuencia, se elimina la competencia biológica por los bienes escasos.
     Compartiendo la conclusión de Walter Nicholson en su Teoría Microeconómica, considero que no es difícil verificar que el libre mercado es más beneficioso que la planificación centralizada. Y no solo para los Shreks y las Barbies de nuestro país, sino para todos los ciudadanos.

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