lunes, 30 de diciembre de 2013

Ignorando las Leyes de la Economía

(Publicado en diciembre 15 de 2013, FENopina)



Esta vez quisiera ensayar acerca del daño a la sociedad generado por aquellas personas que, en su accionar, ignoran las leyes e instituciones de la economía, lo cual no inhibe de sufrir los efectos de tal comportamiento.

El objeto de estudio de la economía es más mental que material[1], a diferencia de otras ciencias cuyo objeto de estudio es material (química, física, etc.) o mental (psicología, etc.), y -como cualquiera de las mencionadas- cada una tiene sus propias leyes[2].

La confusión, al parecer, estriba en que en las ciencias como la economía los efectos de ignorar sus leyes se verifican en el individuo y en su sociedad con el pasar del tiempo. Además, dado que es una ciencia que estudia fenómenos complejos[3] cada efecto será resultado de varias causas simultáneas, y cada causa genera varios efectos, inevitablemente, por tanto casi siempre la determinación de una causalidad resulta difuso en cuanto su aplicación en la realidad. Es la misma razón de la dificultad de “verificar” tan sólo una de sus teorías.

Así, hay individuos (autoridades) que arriesgan su bienestar y el de los demás contraviniendo las leyes de la economía, atropellando la libertad empresarial, restringiendo los niveles de ganancias, controlando precios, adjudicando monopolios, otorgando privilegios, fijando cuotas de producción o de consumo, impidiendo la entrada y salida de productos, obligando a otros individuos a hacer cosas que no quieren hacer, etc., todo ello en el largo plazo. Entonces, el problema de responder a las preguntas “¿qué producir?, ¿cómo?, y ¿para quién?” es tratado como si fuera un asunto tan sólo material, es decir se reduce a un problema de asignación, pero sin embargo no lo es, pues la respuesta a aquellas preguntas debe darse en el corto y largo plazo, para lo que es necesario se realice de manera voluntaria.
No sufren de tal contravención de leyes otras ciencias, como la física: nadie en sano juicio se atrevería a pararse en el balcón del décimo piso de cualquier edificio intentando reducir la ley de gravedad a un asunto mental para luego dar un paso al vacío y esperar la “verificación”. La realidad lo alcanzaría de manera inmediata.

Muchos individuos opinan sobre los problemas económicos (y sobre problemas de otras ciencias sociales), otros defienden y promueven sus ideologías, también. Eso no está mal si los efectos de sus decisiones sólo los afectaran a ellos, pues tarde o temprano dichos individuos advertirían que no es cuestión de creencias o deseos, sino de comprender la naturaleza (leyes) del problema económico (y corregirían su accionar). Por último, bien se puede atrever la conclusión de que hay que tener mayor cuidado cuando los efectos de la contravención de un individuo se trasladan a otros individuos, como en el caso de los políticos profesionales, pues son quienes toman las decisiones de política económica, afectando a todos los ciudadanos.






[1] Mises, L. (1949). Human action, a treatise on economics. 4th edition. San Francisco: Fox & Wiles. 1996. Página 92.
[2] Menger, C. Principios de economía política. Washington: Hispanic American Center for Economic Research. Página 29.
[3] Hayek, F. (1964). La teoría de los fenómenos complejos. MacMillan Publishing Co.

jueves, 30 de mayo de 2013

¿Tratando de conquistar el mundo?

(Publicado en mayo 01 de 2013, FENopina)


"Sos el que hace las guerras, dictas falsas condenas,
el que ama la violencia, que no tiene conciencia".
Los Fabulosos Cadillacs

Cada cierto tiempo algún líder gubernamental de algún país con tecnología (nuclear, biológica, química, etc.) aplicada al exterminio hace amenazas sobre iniciar una guerra mundial, asustando a quienes lo escuchan. A este respecto, una estudiante me comentaba “los malos siempre salen ganando porque los buenos no están dispuestos a detenerlos”   [1] . Discrepo, la lógica económica nos lleva a la conclusión contraria: el bien siempre triunfa, donde el término[2] “siempre” no refiere a “todas las veces”, sino a “por tiempo indefinido”, es decir una situación que se autosostiene en el largo plazo, que es lo que le interesa a la economía como ciencia (social).
     En este sencillo análisis será necesario recordar algunos axiomas (relacionados a la naturaleza humana):
1. Un individuo sólo hace algo si espera estar mejor que antes.
2. Incurrir en costos para generar beneficios genera propiedad privada sobre ellos.
3. El individuo es libre, por tanto no se puede -a largo plazo- obligar a nadie a hacer algo que no quiere.
     Además, establézcanse los siguientes supuestos (relacionados a la necesidad de complejizar este análisis):
a. El individuo no sufre ninguna patología o afectación de tipo física ni mental.
b. El individuo no está en una situación de emergencia o urgencia.
c. El individuo puede comparar cuantitativamente entre los costos asumidos y los beneficios generados.
d. Aparte de sí mismo, el individuo no tiene otro sostén.
     De los axiomas mencionados se desprende que un individuo normal deseara vivir en paz, pues no quisiera vivir arriesgando su vida o la de sus familiares a cada paso, y que sólo si al menos un supuesto no se cumple pudiera el individuo desear una guerra. Así, los ciudadanos del mundo actual, de cualquier país o religión, lamentan tener que declarar una conflagración. El mundo no va hacia más conflictos, sino hacia menos, aunque haya muchos recursos estratégicos en juego.
     Para detallar lo sostenido basta con recordar la evolución de la humanidad desde la sociedad primitiva hasta la sociedad agroproductiva. La primera era cazadora y recolectora de frutos debido a que la cantidad que la naturaleza reproducía era mayor que la cantidad que los seres vivos necesitaban para supervivir, por lo que tampoco era necesario garantizarse el consumo a través de la propiedad privada. En este período ni siquiera debiera haber surgido conflictos[3].

( Qnaturaleza ≥ Qnecesitada )

     Cuando dicha relación se invierte empiezan los conflictos, pues dos individuos disputarían el último fruto de la naturaleza de una planta o animal. Entonces, para garantizarse el consumo futuro, uno de los individuos empezará a cultivar (producir) dicha planta. Nace la sociedad agroproductiva.
     Si los costos, para un individuo recolector, de arrebatar la producción de un individuo agroproductor sin su permiso son considerados por el primero menores al beneficio recibido, la tomara y se generase un abuso de poder. Acto seguido pudiera darse que:
i.                    El individuo agroproductor se armara para defender su propiedad y consumo futuro.
ii.                  El individuo agroproductor se reuniera con otros individuos de su sociedad para armarse y defender la propiedad conjunta y garantizarse su consumo futuro.
     No se ha considerado una situación de no producción (regreso a la sociedad primitiva), pues ello lo extinguiría por inanición o por heridas al intentar apropiarse de frutos reproducidos por la naturaleza o frutos producidos por otros individuos (de la sociedad agroproductiva). Por otro lado, el individuo productor debiera avanzar hacia la alternativa “ii” al ser menos costosa, asociándose con otros en su misma situación[4]. Así nacieron los Estados, para proteger la propiedad de los individuos[5] y permitir la paz, luego deriva en todo el sistema de justicia. Se reduce, entonces, la posibilidad de que un individuo perpetre abusos a otros.
     Ojo: en el corto plazo (y sólo ahí) puede ocurrir el abuso, pero no está relacionado a la naturaleza humana, sino a situaciones contrarias a los supuestos mencionados. Alguien incluso puede morir, pero la sociedad no.
     Actualmente, incluso en los grupos dedicados al abuso (crimen organizado) sus miembros guardan entre sí una cierta ética de no agresión; caso contrario jamás tuvieran paz. Por consiguiente, tienen un alto incentivo para dejar de agredir. Ningún individuo normal quisiera estar cada vez peor o ver a su hijo yendo a una guerra.
     Ni los Dictadores se salvan de lo argumentado, pues dada la obligatoriedad para el pueblo deben sostenerse a fuerza y cuando han iniciado una guerra el ciudadano debe decidir entre ir al campo de batalla con altas probabilidades de morir, o intentar huir con menores probabilidades de morir a un país pacífico fronterizo. Se puede esperar que en batalla entre un país libre y uno con Dictador, el primero resulte triunfador.
     Es determinante para lograr el progreso que todos queremos, garantizar estabilidad. Ello se alcanza con paz, respeto, libertad y no obligatoriedad, pero bueno, ese es motivo de otro ensayo.
     Volviendo al primer párrafo de este pequeño ensayo: es de esperar que el líder armado esté en uso de todas sus facultades mentales, pues es un líder gubernamental y para llegar al cargo debió ser muy ágil, políticamente, por tanto debe estar consciente de que el grupo de países a los que amenaza es más fuerte que su país. No fuera mala idea esperar que sólo quiera ganar presencia internacional o acelerar algún proceso que quiera liderar. Quizá sí está tratando de conquistar al mundo, pero no a través de una guerra.



[1] Algo parecido nos menciona el filósofo Edmund Burke al señalar “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.”.
[2] Real Academia Española (2009). Diccionario práctico del estudiante. 1era Ed. Quito: Santillana Ediciones Generales S.L.
[3] Sólo la escasez genera conflictos económicos, por definición. A este respecto se puede revisar cualquier libro de economía o, para revisión de casos reales, el International Journal of Conflict and Violence.
[4] Incluso, quizá en una situación social más avanzada, en un grupo de individuos: A, B, C y D, si B fuera más fuerte que A, pero no más fuerte que (A+C+D), a B no le quedaría sino dos caminos “argumentos… y violencia”, pero si no hubiera el interés de destruirse, “las dos alternativas fueran un compromiso razonable o un intento de destruir el interés opuesto.”; es decir que B debiera entrar en el discurso de la no violencia. Popper, Karl (1963). Conjectures and refutations. New York: Routledge Classics. 2007. Página 478.
[5] También en la vertiente socialista hay autores que consideran a este el motivo del nacimiento del Estado. Engels, Friedrich (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Moscú: Editorial Progreso.