Esta vez quisiera
ensayar acerca del daño a la sociedad generado por aquellas personas que, en su
accionar, ignoran las leyes e instituciones de la economía, lo cual no inhibe de
sufrir los efectos de tal comportamiento.
El objeto de estudio
de la economía es más mental que material[1], a diferencia de otras
ciencias cuyo objeto de estudio es material (química, física, etc.) o mental
(psicología, etc.), y -como cualquiera de las mencionadas- cada una tiene sus
propias leyes[2].
La confusión, al
parecer, estriba en que en las ciencias como la economía los efectos de ignorar
sus leyes se verifican en el individuo y en su sociedad con el pasar del tiempo.
Además, dado que es una ciencia que estudia fenómenos complejos[3] cada efecto será resultado
de varias causas simultáneas, y cada causa genera varios efectos,
inevitablemente, por tanto casi siempre la determinación de una causalidad
resulta difuso en cuanto su aplicación en la realidad. Es la misma razón de la
dificultad de “verificar” tan sólo una de sus teorías.
Así, hay individuos (autoridades)
que arriesgan su bienestar y el de los demás contraviniendo las leyes de la
economía, atropellando la libertad empresarial, restringiendo los niveles de
ganancias, controlando precios, adjudicando monopolios, otorgando privilegios,
fijando cuotas de producción o de consumo, impidiendo la entrada y salida de
productos, obligando a otros individuos a hacer cosas que no quieren hacer,
etc., todo ello en el largo plazo. Entonces, el problema de responder a las
preguntas “¿qué producir?, ¿cómo?, y ¿para quién?” es tratado como si fuera un
asunto tan sólo material, es decir se reduce a un problema de asignación, pero
sin embargo no lo es, pues la respuesta a aquellas preguntas debe darse en el
corto y largo plazo, para lo que es necesario se realice de manera voluntaria.
No sufren de tal
contravención de leyes otras ciencias, como la física: nadie en sano juicio se
atrevería a pararse en el balcón del décimo piso de cualquier edificio
intentando reducir la ley de gravedad a un asunto mental para luego dar un paso
al vacío y esperar la “verificación”. La realidad lo alcanzaría de manera
inmediata.
Muchos individuos
opinan sobre los problemas económicos (y sobre problemas de otras ciencias
sociales), otros defienden y promueven sus ideologías, también. Eso no está mal
si los efectos de sus decisiones sólo los afectaran a ellos, pues tarde o temprano
dichos individuos advertirían que no es cuestión de creencias o deseos, sino de
comprender la naturaleza (leyes) del problema económico (y corregirían su
accionar). Por último, bien se puede atrever la conclusión de que hay que tener
mayor cuidado cuando los efectos de la contravención de un individuo se trasladan
a otros individuos, como en el caso de los políticos profesionales, pues son
quienes toman las decisiones de política económica, afectando a todos los
ciudadanos.
[1] Mises, L. (1949). Human action, a treatise on
economics. 4th edition. San Francisco: Fox & Wiles. 1996. Página
92.
[2] Menger, C.
Principios de economía política. Washington:
Hispanic American Center for Economic Research. Página 29.
[3] Hayek, F.
(1964). La teoría de los fenómenos complejos. MacMillan Publishing Co.
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