jueves, 8 de julio de 2010

CONCEGUA

(Publicado en julio 04 de 2009)

Es la historia de cada día, siempre el mismo guión,
trabas y burocracia, qué frustración…
Lo de siempre, lo normal. ¡Todo BIS sin final!”
Tomado de Attaque 77.

Me pasó hace ya algún tiempo. Tuve un altercado con el personal de la Concesionaria de la carretera sur que va a la Perla del Pacífico. Me declaré en paro indefinido en uno de los carriles del peaje e impedí con mi auto el tráfico por allí durante -por suerte- sólo 50 minutos. ¿Y, por qué esa reacción?
Sucedió que terminé de pagar y pasar el primer peaje en mi rutina diaria a una universidad en la que soy Profesor. No había llegado al redondel en el que girando a la derecha abordaría la autopista cuando los controles de mi Mac 5 indicaban un recalentamiento del motor. Decidí girar en “U” y regresar a hacerlo revisar.
Al llegar otra vez a la misma estación del peaje que hace sólo unos minutos había pagado, saqué mi ticket (al que si el auto no se hubiera dañado lo debiera yo haber entregado en la segunda estación de peaje, cercana a Durán) y lo entregué para que me dejaran pasar. Y… oh, sorpresa! Se me informó que debía pagar otra vez, que el documento sólo me servía para recorrer más de diez kilómetros (hasta Durán), y nunca lo podría utilizar para volver, aunque no haya recorrido ni siquiera dos, desde que lo pagué. Increíble.
Les hice saber que no pagaría, que no había recorrido ni dos kilómetros. Así que colapsé, entré en un estado de insubordinación absoluta. Algo debieron haberme estado diciendo el guardia y la señorita cobradora, pero ya yo estaba fuera del sistema solar, veía que se les movían los labios, mas ya se me habían desenchufado los oídos. Automáticamente, y sin ninguna otra voz de mando, mi mano izquierda subió el vidrio de mi puerta y mi mano derecha apagó el vehículo.
Luego de un par de minutos reaccioné al notar que atrás de mí había otro conductor que quería pasar. Miré el carril del costado y tenía un letrero que anunciaba que estaba cerrado. De pronto, un guardia sacó el letrero, y una señorita empezó a cobrar y dejar pasar por allí los autos. Entonces, me acomodé en el asiento de mi Mac 5, bajé un poco el vidrio y pedí hablar con el Gerente. No estaba, pero había un “encargado” en la oficina. Dejé mi auto con freno (de mano) y con la primera marcha, apagado, en el carril atorado. Fui y le pregunté por qué debiera yo pagar sin recorrer casi nada. Expresó que esa es la regla. ¿Regla de quién? De la concesionaria. ¿Y los casos de excepción? No hay excepción. ¿Pero, si viajo todos los días debiera tener algún socorro o descuento? No tiene esa respuesta, me informó. Le dije “no pagaré otro dólar porque no debo”. Fue a telefonear a su Jefe. Al rato regresó y me dijo, como quien me hace el favor de salvarme la vida, que pase sin pagar. Y pude regresar.
Pido a usted, señor lector, reflexione: ¿Cuánto gana esta empresa por día, que no puede asumir un costo de USD1.00 de un usuario frecuente?, ¿Será esta una empresa pobre? No creo. ¿Por qué es tan frecuente que haya un carril sin usar?, ¿Será que no quieren pagar un cobrador más?, ¿Será que no les importa la larga columna de autos que se forma cuando un carril no funciona?, ¿Con quién nos quejamos?, ¿Quién los controla?, ¿Qué hace el municipio para evitar sus abusos? Ese día gané esa pelea cuyo valor fue mayor que el dólar que costó. Pido a usted: si algún día le pasa algo parecido, tómese el tiempo. Ellos esperan que no queramos “perder” el tiempo y decidamos pagar aún sabiendo que es injusto. RESISTENCIA.

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