miércoles, 21 de julio de 2010

E n m a

(Publicado en mayo 08 de 2010)

Tú, que me hablas en el lenguaje del amor eterno, sin pedir nada a cambio.

A mis tres años había muerto mi Madre… así que quedé a tu cuidado en las calles Panamá y Ecuador. Tu nombre me alegra: Enma Laura Quinto Chiriguaya.

Me mudé contigo, cargando una mesita a cuestas, a tu bello palacio de tablas, cañas y zinc, con ese patio de tierra que escondía tesoros de caracoles, ciempiés, y canicas en las raíces de los nigüitos.

Sin más problema que atrapar al gato o reiniciar el cuento del ‘gallo pelón’ me acurrucaba en ti para dormir juntos luego de hacerme llorar a cosquillas. Maravilloso. ¡Cómo volver a sentir esa paz!

Con tu sonrisa eterna, generosa. Con tu sabiduría infinita. Con tus manos prodigas curando mis heridas sangrantes. Una mirada tuya siempre ha bastado para sanar mis males espirituales. Una frase tuya siempre ha despejado mis indecisiones.

Tú, que me levantaste en cada batalla desventajada recordándome “no llores, ¡párate y dale más duro!”. Tú, que me enfureciste con la historia de Paquisha al paso del convoy militar.

Tú, que me cuentas la vida de mi Madre, tu hija, cual Cuento de Hadas en donde la Princesa siempre es ella: la más inteligente, la más radiante. La mejor.

Tú, que me hablas en el lenguaje del amor eterno, sin reclamos ni resentimientos, sin pedir nada a cambio. Jamás he visto tu enojo. Siempre estás de mi lado, buscando mi felicidad.

Tú, con tus deliciosas visitas diarias al recreo en mi Modesto Chávez Franco del 84, aplacando esa extraña ansiedad que me arrastraba al aislamiento. Te necesité y estuviste... y estás.

¿Qué te pudiera dar en este día?, ¿Quizá, una serenata más, un abrazo, un beso, un “te quiero” enfurecido por mis tantos años de ingratitud persiguiendo el éxito laboral y esforzándome por gente que no me valora más que tú?

¿Cómo hacer que te sientas orgullosa de mí? ¡Te quiero tanto! Te veo y mi instinto es abrazarte.

Dos años luego de iniciada mi estancia contigo regresé a vivir con mi padre. Luego, vino el liceo, la universidad, el trabajo, mi propia familia… y hoy cada vez que miro a mis hijos me pregunto si me quisieran -al menos- la mitad de lo que yo te adoro, si acaso fuera yo su tan apoyo como tú lo fuiste conmigo. Difícil igualarte. Se me atora el sentimiento.

No puedo volver a tener tres años; pero puedo intentar hacerte más feliz, así decirte “gracias” por todo lo que hiciste por mí. Ya sé que piensas que no tengo que agradecerte, pero YO quiero decirte gracias, porque constituyes la fuerza que cualquier persona hubiera necesitado para salir adelante. Te quiero mucho, Mami Enma. Eres mi Heroína.


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