lunes, 11 de agosto de 2008

La tuya será…

Publicado el 10 de julio de 2004.-

Los ancianos: despreciados, abusados, atropellados. Gente marrullera les desconoce su esfuerzo de toda la vida.

“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,

ignorante, sabio, choro, generoso, estafador.

Todo es igual, nada es peor:

Lo mismo un burro que un gran Profesor.” (Enrique Santos, en Cambalache.)

Ocho y treinta. La mañana es lluviosa. La columna de personas es larga. El banco abre sus puertas. Un guardia empieza a “organizar” a la gente cual Capataz con sus Peones. Una señora de edad muy avanzada no hace lo que dice el “organizador”.

En la zona bancaria, perdón, en la cuadra bancaria Doña Marlene está en la columna equivocada. El guardia no soporta haber repetido la “orden” a alguien que no le hace caso. Se pone grosero. Los demás encolumnados nos vemos precisados a recordarle a éste Pitbull que la señora es anciana, que podría ser sorda, que quizá sea mejor idea hacerle señas. Pero al uniformado se le quieren salir los ojos con todo y cejas. Se le arruga la faz. Nos preparamos para lo peor: un round entre la sabia experiencia y la barbarie atrevida. Obviamente, ya sabemos quien saldrá mal parado.

Así como éste no es difícil encontrar casos diarios de atropellos contra las personas de la tercera edad a manos de marrulleros que les desconocen el esfuerzo de toda la vida.

¿Sabía usted que los ancianos tienen derecho a pagar solo la mitad del pasaje en cualquier medio de transporte masivo? ¿Que tienen derecho a la devolución del Impuesto al Valor Agregado (IVA), y a otras rebajas significativas en el pago de otros impuestos? ¿Qué tienen derecho a atención preferencial en todas las organizaciones públicas y privadas?

¿Conoce usted a alguien de la tercera edad que diga que está feliz porque todos respetan sus derechos? YO NO. Los conductores de los vehículos de transporte masivo ni siquiera se detienen porque, supuestamente, pierden tiempo y hay que tener demasiado cuidado cuando ellos se embarcan.

La gente abusa de ellos. No los respetan, como en el caso de Doña Marlene:

Trece minutos después y con un acto ridículo de por medio el guardia logra que la columna avance, al fin. Es que sacó a empujones a la Señora y la depositó (Como se deposita un objeto en un rincón donde no estorbe) lejos de cualquier columna posible, allá en la calle (No en la acera). Como era de esperarse no faltaron los voluntarios que querían “acariciar” al centinela. Él, muy asustadizamente, quiso dar marcha atrás y pasarse de arrogante cuando invitó a la señora a encabezar la columna otra vez. Doña Marlene ya no quería.

Ella, una vez liberada de los tentáculos del guardia, pudo expresar lo que había estado queriendo decir mientras era empujada por ese mal servidor: “La tuya será… también…viejita algún día. Así mismo la han de tratar… Y a ti peor…” Su mirada era desoladora.



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